Fotografía de Víctor Carrillo
Cuando los toldos aún no y las persianas sí,
un gesto, un giño.
La ropa tendida emula risas que gastamos.
En las macetas, el vértice del verano:
el hielo derretido a la altura justa,
alzar los ojos y creer.
Deberíamos creer en las ciudades del sur,
en levantarse tarde, el calor y la cerveza.
Que la vida cambie a la hora de la siesta
un jueves cualquiera.
En una terraza en pleno agosto,
una vez agotada el agua fría,
se puede empezar a creer
en las ciudades por venir.
2 comentarios:
Es estupendo ese final...
Segundos de verano pendiendo de tus sílabas...
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