Fotografía de Víctor Carrillo
Cuando comencemos a llorar será ya muy tarde.
El dolor se habrá derramado por la caja torácica
y los órganos, impregnados, tan sólo esperarán
la saturación en negro, solidificarse.
Tan sólo quedará un murmullo. Nada que verbalizar.
Un escozor en los ojos.
El impulso nervioso a 0.
Tras el asedio del orden y el horario,
el blanco de afuera es el miedo rosa.
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